Leer antes de empezar

Antes de empezar a hacer yoga o cualquier ejercicio, ir al médico para verificar el estado de salud.

Antes de comenzar una práctica de yoga o cualquier tipo de ejercicio físico, es muy recomendable acudir al médico para realizar una revisión general de salud. Aunque el yoga es una disciplina suave y adaptable, cada cuerpo es único y puede tener necesidades o limitaciones específicas que requieren atención. Un chequeo médico permite detectar posibles contraindicaciones y asegura que puedas practicar de forma segura y consciente.

Escuchar a tu cuerpo y respetar sus señales es una parte esencial del yoga. Consultar previamente con un profesional de la salud es una forma de cuidar de ti mismo desde el inicio. Así, podrás adaptar tu práctica a tus condiciones personales y avanzar de manera progresiva, con mayor confianza y bienestar.

Contar con un espacio adecuado es clave para una práctica de yoga profunda y consciente. El lugar debe estar limpio, ordenado y libre de ruidos o distracciones externas. Un entorno tranquilo favorece la concentración, ayuda a mantener la atención en la respiración y permite una mayor conexión con uno mismo.

Crear este espacio es también parte del ritual de preparación para la práctica. Puede ser tan simple como una esquina silenciosa en casa, pero lo importante es que se sienta seguro y armonioso. Añadir elementos como una esterilla, una vela o incienso puede ayudarte a entrar en un estado mental más receptivo y sereno.

La elección de la ropa es un detalle importante para una práctica de yoga cómoda y libre. Lo ideal es usar prendas sueltas o elásticas que permitan moverse sin restricciones. Ropa demasiado ajustada o incómoda puede dificultar la respiración, limitar el movimiento y distraer la atención durante la sesión.

Sentirse libre y a gusto en el propio cuerpo es parte de la experiencia del yoga. Al vestir ropa cómoda, se facilita la conexión con cada postura y se favorece una práctica más fluida, consciente y relajada. Recuerda también quitarte accesorios que puedan molestar o interferir con los movimientos.

El yoga no es una competencia, ni con los demás ni contigo mismo. No se trata de lograr la postura más avanzada ni de compararse con lo que otros pueden hacer. Cada cuerpo es diferente, y cada día es único. Forzarse o exigirse en exceso va en contra del verdadero espíritu del yoga.

La práctica del yoga es un camino de autoconocimiento y escucha interior. A través del movimiento consciente y la respiración, aprendemos a observarnos sin juicio, a respetar nuestros límites y a cultivar una relación más amable con nosotros mismos. En el yoga, avanzar no significa hacer más, sino estar más presentes.

Escuchar al cuerpo es una de las bases del yoga, y el dolor es una señal clara a la que debemos prestar atención. Si durante la práctica sientes cualquier tipo de dolor —ya sea físico o emocional— es fundamental detenerse. El yoga no busca forzar, sino acompañar; no se trata de empujar los límites, sino de reconocerlos con respeto.

Detenerse no es retroceder, sino cuidarse. Adaptar la postura, descansar o simplemente observar la sensación puede ser parte valiosa del proceso. Aprender a diferenciar entre incomodidad (que puede surgir al salir de la zona de confort) y dolor real es clave para una práctica segura y consciente.

Al inclinar el torso hacia adelante, es esencial hacerlo desde las caderas y no desde la espalda. Esta alineación protege la columna vertebral y permite una flexión más segura y efectiva. Cuando nos doblamos desde la espalda, corremos el riesgo de generar tensión o lesiones en la zona lumbar.

Moverse desde las caderas mantiene la espalda larga y alineada, favoreciendo una práctica más consciente. Puedes doblar ligeramente las rodillas si es necesario, y usar soportes como bloques para mantener una postura cómoda. La calidad del movimiento siempre es más importante que llegar “más lejos”.

Salir de una postura es tan importante como entrar en ella. Al deshacer la postura con la misma atención y cuidado con que fue construida, protegemos el cuerpo y mantenemos la integridad de la práctica. Evitar movimientos bruscos o apresurados ayuda a prevenir lesiones y favorece una transición suave.

El yoga es una danza consciente entre cada entrada y salida. Mantener la presencia en cada fase de la postura —incluso al deshacerla— cultiva una mente atenta y un cuerpo más conectado. Recordar que cada movimiento es parte de la práctica es una forma de honrar el momento presente.

En las posturas y flexiones de pie, es fundamental apoyar toda la planta del pie de manera consciente. Al distribuir el peso de forma equilibrada entre el talón, la base del dedo gordo y la base del dedo pequeño, se crea una base sólida que aporta estabilidad y seguridad en la práctica.

Una pisada firme permite que el resto del cuerpo se alinee mejor y fluya con más confianza. Sentir el contacto con el suelo nos ayuda a enraizarnos, a activar los músculos de las piernas y a mantener el equilibrio tanto físico como mental. Desde el suelo nace la postura.

Dandasana (la postura del bastón) es una base estable y alineada para muchas posturas sentadas. Comenzar desde Dandasana en flexiones hacia adelante y torsiones permite alinear la columna correctamente, activar las piernas y crear una base consciente desde la cual moverse de forma segura y efectiva.

Desde esta postura se cultiva la presencia y la activación necesaria para avanzar con control. En vez de colapsar el torso o forzar la espalda, partimos desde una estructura sólida que respeta la biomecánica del cuerpo. Dandasana no es solo una postura de descanso, sino un punto de partida activo y consciente.

Practicar las asanas en ambos lados del cuerpo es esencial para mantener el equilibrio físico y energético. Nuestro cuerpo no es perfectamente simétrico, y al trabajar ambos lados por igual ayudamos a corregir descompensaciones, mejorar la alineación y fortalecer de manera equilibrada.

Repetir cada postura del lado izquierdo y derecho también favorece una mayor conciencia corporal. Nos permite observar diferencias, resistencias o tensiones que pueden estar más presentes en un lado que en el otro. Esta práctica de equilibrio fomenta la armonía, la presencia y el respeto por la propia estructura corporal.

La respiración es la guía de cada movimiento en yoga. Inhalar al iniciar el movimiento ayuda a expandir el cuerpo, crear espacio y preparar la acción. Exhalar al terminarlo favorece la relajación, la integración del gesto y la conexión con la tierra. Esta sincronía entre respiración y movimiento transforma la práctica en una meditación en acción.

Coordinar la respiración con el movimiento cultiva presencia y equilibrio interno. No se trata solo de moverse, sino de moverse con conciencia, al ritmo natural del cuerpo. Cuando respiramos de forma consciente, cada postura fluye con mayor suavidad, profundidad y propósito.

Escuchar al cuerpo es la base de una práctica de yoga consciente y respetuosa. Cada día, cada postura, cada respiración es diferente. Estar atentos a lo que el cuerpo necesita —y a lo que no— nos permite practicar con cuidado, compasión y autenticidad. El cuerpo siempre habla; el yoga nos enseña a escucharlo.

Al cultivar esta escucha, aprendemos a soltar la exigencia y a movernos desde la presencia. No se trata de llegar más lejos, sino de estar más conectados. Escuchar al cuerpo es también una forma de honrar nuestra historia, nuestros ritmos y nuestro proceso único de transformación.

Tomarse un momento para alinear el cuerpo antes de entrar en una postura es esencial para una práctica segura y efectiva. Una buena alineación no solo previene lesiones, sino que también permite que la energía fluya mejor y que la postura se sienta más estable y cómoda. No hay prisa: el verdadero yoga comienza en la preparación.

Corregir la alineación es un acto de presencia y atención. Observar la colocación de los pies, la pelvis, la columna o los hombros antes de moverse profundiza la conexión cuerpo-mente. Este pequeño gesto transforma la postura en una experiencia consciente, en lugar de una simple forma externa.

Crear un mantra personal es una forma de conectar con tu intención más profunda. Puede ser una palabra, una frase corta o una afirmación que te inspire, te calme o te enfoque. Repetir este mantra al despertar y antes de dormir ayuda a orientar la mente, cultivar claridad y mantener una energía coherente durante el día.

El mantra actúa como un ancla para el alma. Al integrarlo en tu rutina diaria, lo conviertes en una herramienta de transformación interior. No se trata de magia, sino de sembrar una semilla de conciencia que, con el tiempo, puede florecer en calma, propósito y bienestar.

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